Desde la invención de la prueba de coeficiente intelectual, las reflexiones en torno al carácter hereditario de la inteligencia y a los criterios para determinar quién es inteligente, han sido motivo de acaloradas disputas entre académicos.
Hace
más de 100 años, el psicólogo Alfred Binet, diseñó una prueba de coeficiente
intelectual (CI) para identificar a los estudiantes que necesitaban
regularización académica. Desde entonces, la sociedad se aferró a que el CI es
una representación precisa de la inteligencia, sin embargo, esta facultad es
mucho más compleja de lo que podría sugerir un número.
Por
ejemplo, con todo y un CI de 160, Einstein reprobó los exámenes de admisión a
la universidad la primera vez que lo presentó.